lunes, 30 de mayo de 2011

EL CÍRCULO DEL 99




Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente, que como todo sirviente de rey triste, era muy feliz. Todas las mañanas llegaba a traer el desayuno y despertaba al rey cantando y tarareando alegres canciones de juglares. Una sonrisa se dibujaba en su distendida cara y su actitud para con la vida era siempre serena y alegre.

Un día el rey lo mandó a llamar.

-Paje -le dijo- ¿cuál es el secreto?

-¿Qué secreto, Majestad?

-¿Cuál es el secreto de tu alegría?

-No hay ningún secreto, Alteza.

-No me mientas, paje. He mandado a cortar cabezas por ofensas menores que una mentira.

-No le miento, Alteza, no guardo ningún secreto.

-¿Por qué esta siempre alegre y feliz? ¿Eh? ¿Por qué?

-Majestad, no tengo razones para estar triste. Su Alteza me honra permitiéndome atenderlo. Tengo mi esposa y mis hijos viviendo en la casa que la Corte nos ha asignado, somos vestidos y alimentados y además su Alteza me premia de vez en cuando con algunas monedas para darnos algunos gustos, ¿cómo no estar feliz?

-Si no me dices ya mismo el secreto, te haré decapitar -dijo el rey-. Nadie puede ser feliz por esas razones que has dado.

-Pero, Majestad, no hay secreto. Nada me gustaría más que complacerlo, pero no hay nada que yo esté ocultando...

-¡Vete, vete antes de que llame al verdugo!

El sirviente sonrió, hizo una reverencia y salió de la habitación.

El rey estaba como loco. No consiguió explicarse cómo el paje estaba feliz viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de las sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus asesores y le contó su conversación de la mañana.

-¿Por qué él es feliz?

-Ah, Majestad, lo que sucede es que él esta fuera del círculo.

-¿Fuera del círculo?

-Así es.

-¿Y eso es lo que lo hace feliz?

-No Majestad, eso es lo que no lo hace infeliz.

-A ver si entiendo, estar en el círculo te hace infeliz.

-Así es.

-¿Y cómo salió?

-! Nunca entró!

-¿Qué circulo es ese?

-El círculo del 99.

-Verdaderamente, no te entiendo nada.

-La única manera para que entendieras, sería mostrártelo en los hechos.

-¿Cómo?

-Haciendo entrar a tu paje en el círculo.

-Eso, obliguémoslo a entrar.

-No, Alteza, nadie puede obligar a nadie a entrar en el círculo.

-Entonces habrá que engañarlo.

-No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, el entrará solito, solito.

-¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?

-Sí, se dará cuenta.

-Entonces no entrará.

-No lo podrá evitar.

-¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causará entrar en ese ridículo círculo, y de todos modos entrara en él y no podrá salir?

-Tal cual. Majestad, ¿estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?

-Sí

-Bien, esta noche te pasaré a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más ni una menos. !99!

-¿Qué más? ¿Llevo los guardias por si acaso?

-Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.

-Hasta la noche.

Así fue. Esa noche, el sabio pasó a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron el alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarró la bolsa y le pinchó un papel que decía:

Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie cómo lo encontraste”.

Luego ató la bolsa con el papel en la puerta del sirviente, golpeó y volvió a esconderse. Cuando el paje salió, el sabio y el rey espiaban desde atrás de unas matas lo que sucedía.

El sirviente vio la bolsa, leyó el papel, agitó la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra el pecho, miró hacia todos lados de la puerta, y se arrimaron a la ventana para ver la escena.

El sirviente había tirado todo lo que había sobre la mesa y dejado sólo la vela. Se había sentado y había vaciado el contenido en la mesa. Sus ojos no podían creer lo que veían.

¡Era una montaña de monedas de oro! Él, que nunca había tocado una de estas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para él. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacía brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacía pilas de monedas.

Así, jugando y jugando, empezó a hacer pilas de 10 monedas. Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis.... y mientras sumaba 10, 20,30, 40, 50, 60....hasta que formó la última pila: 9 monedas!!!

Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda mÁs. Luego el suelo y finalmente la bolsa. "No puede ser", pensó. Puso la última pila al lado de las otras y confirmó que era más baja.

-¡Me robaron! -gritó- ¡me robaron, malditos!

Una vez más buscó en la mesa, en el piso, en la bolsa, en sus ropas, vació sus bolsillos, corrió los muebles, pero no encontró lo que buscaba.

Sobre la mesa, como burlándose de él, una montañita resplandeciente le recordaba que había 99 monedas de oro "sólo 99". "99 monedas. Es mucho dinero", pensó. Pero me falta una moneda.

Noventa y nueve no es un número completo -pensaba- Cien es un número completo pero noventa y nueve, no.

El rey y su asesor miraban por la venta. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que se asomaban los dientes. El sirviente guardó las monedas en la bolsa y mirando para todos lados para ver si alguien de la casa lo veía, escondió la bolsa entre la leña. Luego tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos.

¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda número cien?

Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro hasta conseguirla.

Después quizás no necesitara trabajar más. Con cien monedas de oro, un hombre puede dejar de trabajar. Con cien monedas de oro un hombre es rico. Con cien monedas se puede vivir tranquilo. Sacó el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en once o doce años juntaría lo necesario. "Doce años es mucho tiempo", pensó.

Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. Y él mismo, después de todo, él terminaba su tarea en palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche y recibir alguna paga extra por ello.

Sacó las cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa, en siete años reuniría el dinero. ¡Era demasiado tiempo! Quizás pudiera llevar al pueblo lo que quedaba de comidas todas las noches y venderlo por unas monedas. De hecho, cuanto menos comieran, más comida habría para vender.... Vender.... Vender.... Estaba haciendo calor. ¿Para qué tanta ropa de invierno? ¿Para qué más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años de sacrificios llegaría a su moneda cien.

El rey y el sabio, volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99...

...Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entró a la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando de pocas pulgas.

-¿Qué te pasa?- preguntó el rey de buen modo.

-Nada me pasa, nada me pasa.

-Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.

-Hago mi trabajo, ¿no? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?

No pasó mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.



Siempre nos falta algo para estar completos, y sólo completos se puede gozar de lo que se tiene. Por lo tanto, nos enseñaron, la felicidad deberá esperar a completar lo que falta....

Y como siempre nos falta algo, la idea retoma el comienzo y nunca se puede gozar de la ida.

Pero que pasaría si la iluminación llegara a nuestras vidas y nos diéramos cuenta, así, de golpe, que nuestras 99 monedas son el cien por ciento del tesoro, que no nos falta nada, que nadie se quedó con lo nuestro, que nada tiene de más redondo cien que noventa y nueve, que todo es sólo una trampa, una zanahoria puesta frente a nosotros para que seamos estúpidos, para que tiremos del carro, cansados, malhumorados, infelices o resignados. Una trampa para que nunca dejemos de empujar y que todo siga igual... eternamente igual.

Cuantas cosas cambiarían si pudiéramos disfrutar de nuestros tesoros tal como están.

viernes, 27 de mayo de 2011

LOS PAVOS NO VUELAN.

Un campesino encontró en el campo un huevo de un tamaño tan grande, que nunca había visto antes algo parecido, así que decidió llevárselo a su casa.

-¿Será de avestruz? Preguntó a su familia.

-No, no es demasiado grande, Dijo el abuelo.

-¿Y si lo rompemos?, Propuso el hijo.

-Romperlo sería una lástima, porque entonces nunca sabremos a que ave pertenece, dijo el padre.

-Así que finalmente decidieron colocarlo debajo de una pava que en ese momento estaba empollando.

Cuenta la historia que a los quince días nació entre los pavitos, el enigmático pichón, al principio nadie pudo reconocer a que variedad de ave pertenecía, lo único que era evidente es que era el más grande entre todos sus compañeros, su plumaje era mucho más oscuro y devoraba la comida que le ponían con mucha avidez.

Una vez crecido, cuando llegó el tiempo de levantar el vuelo, miro a su madre y le dijo entusiasmado:


-Bueno, ha llegado la hora de volar, ¿me acompañas?


La pava sorprendida por la proposición, le explicó: -Mira, los pavos no vuelan. Tienes que tener cuidado y no comer tan apresurado, porque te sienta mal y después dices tonterías.

El misterioso pichón, se quedó en silencio un poco confundido.

Pero el pichón cada vez que terminaba de comer, les decía a sus hermanos:

-¡Vamos, vamos a volar! Hasta que uno de los pavitos le explico:


-Los pavos no volamos, solo podemos caminar, ese es nuestro destino, así lo decidió Dios cuando nos creo.


Haciendo caso a sus hermanos, nuestro misterioso amigo se dedicó todo el tiempo hacer todo lo que los demás hacían, caminar por un corral cercado, comer y dormir.

Pero un día el veterinario del pueblo pasó por la granja y el granjero, aprovechó la situación para pedirle que identificara a la misteriosa ave. En cuanto la vio pudo reconocer de inmediato que se trataba de un cóndor.


El cóndor ha nacido para volar por encima de los mil metros de altura, pero este en particular no lo hizo porque escuchó más la opinión de su entorno, que lo que él mismo sentía en su interior.

“Tu también tienes grandes aptitudes, valores y una gran creatividad; no te quedes alrededor de los pavos, ellos solo saben caminar, comer y dormir. Anímate a volar, tienes alas para ser un gran instrumento para cumplir en este mundo todos los objetivos que te plantees”


lunes, 23 de mayo de 2011

LAS SEMILLAS






Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo.

Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana.
La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana.
Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.


- ¡Son semillas! , le dijo la anciana.


- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?


- De flores. Es que miro afuera y está todo tan vacío... Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?


- Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros... ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?


- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará.


- Pero...Tardarán en crecer, necesitan agua ...


- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!


La anciana siguió con su trabajo ... Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza

.
Unos meses después... Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores... ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto.


Preguntó al conductor

:
- ¿La anciana de las semillas?


- Pues, ya hace un mes que murió.


El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje y pensó: «Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de que le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra».
De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores...


- ¡Mira, papá! ¡Mira cuántas flores!


Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que...

jueves, 19 de mayo de 2011

ZANAHORIAS, HUEVOS Y CAFÉ

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles.

No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida.

Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.

Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo.

Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.

A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato.

Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Mirando a su hija le dijo:

-"Querida, ¿qué ves?"

-"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta.

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias.

Ella lo hizo y notó que estaban blandas.

Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro.

Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.


Humildemente la hija preguntó:

-"¿Qué significa esto, padre?"

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.

-"¿Cuál eres tú?", -le preguntó a su hija-.

-"Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.


Y tú,¿cuál de los tres eres?








lunes, 9 de mayo de 2011

EL RATÓN Y LA RATONERA


Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete… Pensó, luego, qué tipo de comida podía haber allí..


Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera. Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos:


-"Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!"

La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levanto la cabeza y dijo:"


- “Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, mas no me perjudica en nada, no me incomoda."

El ratón fue hasta el cordero y le dice:

- "Hay una ratonera en la casa, una ratonera!" ...

- "Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones."

El ratón se dirigió entonces a la vaca! .., y la vaca le dijo:

- "Pero acaso, estoy en peligro? Pienso que no" - dijo la vaca.

Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, para encarar a
la ratonera del granjero.

Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado.

En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra
venenosa. La cobra picó a la mujer.

El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre.
Todo el mundo sabe que para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina.

Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo.

El granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.


"La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que como no es tuyo, no tiene ninguna importancia..........

piénsalo dos veces".


martes, 3 de mayo de 2011

EMPUJE LA VAQUITA

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes, una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas sin calzado.

Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le pregunto:

-"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?"

El señor calmadamente respondió:

-"Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo."

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento. Luego se despidió y se fue.


En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:

-"Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco."


El joven espantado
vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden.

Así que empujo la vaquita por el precipicio y la vio morir.

Aquella escena quedo grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.

Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con un carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.


El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allí, fue recibido por un señor muy simpático.

El joven preguntó por la familia que vivía allí hacía unos cuatro años. El señor respondió que seguían viviendo allí.

Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmo que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita):


-"¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar
de vida?"


El señor entusiasmado le respondió:

-"Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió; de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora."

TODOS NOSOTROS TENEMOS UNA VAQUITA QUE NOS PROPORCIONA ALGUNA COSA BÁSICA PARA NUESTRA SUPERVIVENCIA LA CUAL ES UNA CONVIVENCIA CON LA RUTINA. NOS HACE DEPENDIENTES, Y EL MUNDO SE REDUCE A LO QUE LA VAQUITA NOS BRINDA.

NUNCA DEJÉIS QUE EL CONFORMISMO Y LA RUTINA OS PONGAN LÍMITES……


lunes, 2 de mayo de 2011

LA FELICIDAD ES UN TRAYECTO, NO UN DESTINO


Nos convencemos a nosotros mismos de que la vida será mejor después de casarnos, después de tener un hijo, y entonces después de tener otro.

Entonces nos sentimos frustrados de que los hijos no son lo suficientemente grandes y que seremos felices cuando lo sean. Después de eso nos frustramos por que son adolescentes (difíciles de tratar).
Ciertamente seremos más felices cuando salgan de esa etapa.


Nos decimos que nuestra vida estará completa cuando a nuestro esposo o
esposa le vaya mejor, cuando tengamos un mejor auto o una mejor casa, cuando nos podamos ir de vacaciones, cuando estemos retirados...

La verdad es que no hay mejor momento para ser felices que AHORA.

Si no es
ahora , ¿Cuándo? Tu vida siempre estará llena de retos. Es mejor admitirlos y decidir ser felices de todas formas.

Una de mis frases favorita es de Souza, dijo: "Por largo tiempo parecía para
mí que la vida estaba a punto de comenzar, la vida de verdad. Pero siempre había un obstáculo en el camino, algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una deuda que pagar, entonces la vida comenzaría. Hasta que me dí cuenta que esos obstáculos eran mi vida".

Esta perspectiva me ha ayudado a ver que no hay un camino a la felicidad. la felicidad es el camino.


Así que atesora cada momento que tienes, y atesóralo más cuando lo compartiste con "alguien especial", lo suficientemente especial para compartir tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie...

Así que deja de esperar hasta que termines la escuela, hasta que vuelvas a
la escuela, hasta que bajes 10 kilos, hasta que tus hijos se vayan de casa, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, hasta el verano, o hasta que mueras, para decidir que no hay mejor momento que este para ser feliz...


La felicidad es un trayecto, no un destino.